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Regreso

Declaración del Instituto de Memoria Nacional en relación con un artículo del presidente Putin

24.06.2020

No es la primera vez que el presidente de Rusia intenta revivir la visión estalinista de la historia moderna. Esta visión se creó en la era comunista combinando selectivas interpretaciones de hechos, medias verdades y falsedades propagandísticas. Se construyó una alternativa a la real imagen de la historia. La Unión Soviética totalitaria fue plantada allí como un país de buenas intenciones, un defensor de la paz y la seguridad de las naciones, el noble vencedor del Reich alemán. Esta visión distorsionada de la historia fue impuesta como vigente no solo en la URSS, sino también en el resto de países subyugados por Moscú después de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, se amenazaba con severas represiones por revelar la verdad sobre el real papel de la URSS en la historia del continente, la esclavitud de las naciones de Europa Central y Oriental y los crímenes soviéticos contra la paz, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad. Sorprende que hoy el presidente ruso intente en un mundo libre promover tesis que son casi una copia literal de la propaganda de los tiempos de Stalin y Brezhnev. Lo hace en un artículo publicado en The National Interest.

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Hace ya mucho que los historiadores evaluaron negativamente el Pacto de Múnich. Es difícil defender la inactividad de Occidente, obligado a asistir a su aliado polaco, atacado en 1939. Sin embargo, incluso estos pecados de Gran Bretaña y Francia, su obediencia y aceptación de las demandas de Hitler en 1938, su pasividad hacia la agresión en 1939, son incomparables con el papel activo de la Unión Soviética en el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial en conjunto con el Reich alemán. El Pacto Ribbentrop-Molotov unió a ambos signatarios en una política activa de agresión contra las naciones aún libres de Europa Central y Oriental. Su consecuencia directa fue la agresión alemana y soviética contra Polonia, iniciadas el 1º y el 17 de septiembre de 1939, respectivamente. De esta manera, dos países totalitarios provocaron un conflicto global que condujo a la pérdida de millones de vidas.

El presidente de Rusia ha tratado repetidamente y con todo el cinismo de responsabilizar del estallido de la guerra precisamente a Polonia, víctima de la agresión conjunta de la URSS y Alemania. Los argumentos críticos del presidente sobre el orden de Versalles parecen hacerse eco de las consignas formuladas en los años de entreguerras, casi a una sola voz, por la propaganda nacionalsocialista en Alemania y comunista en la URSS. Es bastante sorprendente que el presidente de Rusia recurra a comentarios selectivos y sesgados sobre el conflicto fronterizo polaco-checoslovaco, que en 1919-1938 sopesó las relaciones mutuas, o a citas fuera de contexto, para tratar de eclipsar la dimensión criminal de la cooperación militar de dos dictadores, Hitler y Stalin, un año después.

En su artículo, el presidente no hizo mención a lo que fue realmente la invasión soviética a Polonia. Tampoco explicó la relación entre la represión masiva contra la población civil y su nueva/vieja tesis (estalinista) sobre el aumento de la seguridad de la URSS. No habla sobre el destino de cientos de miles de civiles, hombres indefensos, mujeres y niños deportados desde los territorios ocupados por los soviéticos a campos de trabajo forzado en el interior de la URSS. En los tiempos de amistad de Stalin y Hitler, los servicios soviéticos condenaron a millones de personas a la esclavitud y crímenes horrendos.

El presidente no ha explicado cómo esta supuesta preocupación soviética por la seguridad de las naciones se relaciona con el asesinato de miles de prisioneros de guerra en Katyn y otros sitios de ejecución, que los mismos rusos, en Nuremberg, catalogaron como genocidio (atribuyéndolos a Alemania). No mencionó la agresión violenta contra Finlandia que fue sometida a los soviéticos bajo el Pacto Molotov-Ribbentrop. No indicó que precisamente por esto, la Unión Soviética como estado agresor, fue castigada con la expulsión de la Sociedad de Naciones que él critica. Debe ser motivo de preocupación escuchar de los labios del actual líder del Estado ruso, la arrogante justificación de la anexión violenta de Lituania, Letonia y Estonia. ¿Debería entenderse todo esto también como la plena aceptación de la brutal represión y los crímenes cometidos contra la población civil en todos los países ocupados por la URSS en los años 1939-1941? Quizás, de la misma manera, podría explicarse la anexión de Checoslovaquia por parte del Reich, ignorando su política de violencia y agresión. Después de todo, Hitler también arregló documentos sobre la renuncia a la independencia. El presidente no hace mención al suministro de materias primas soviéticas al Reich durante la agresión contra Noruega, Dinamarca, Bélgica, los Países Bajos, Francia y durante la Batalla de Gran Bretaña, ni sobre otros efectos de la cooperación soviético-alemana.

Al modo estalinista, el presidente Putin presenta la guerra que estalló en 1941, con la antes aliada Alemania. Nadie niega que el Ejército Rojo sufrió grandes pérdidas y finalmente ganó el choque entre dos potencias totalitarias. Sin embargo, es deber del mundo civilizado recordar que ambos países, la Unión Soviética y el Reich alemán, libraron guerras de agresión desde 1939. Los dos estados, en la búsqueda de sus objetivos ideológicos del nacionalsocialismo y el comunismo, no dudaron en asesinar y esclavizar a millones de personas.

Debe recordarse al mundo y a Rusia que la Unión Soviética utilizó su victoria sobre el Tercer Reich para entrar en una nueva etapa de su política agresiva contra Polonia y otras naciones europeas. Tomó una vez más las voivodías orientales de la República de Polonia y sometió a la parte restante, independientemente de que Polonia había luchado contra Alemania a lo largo de toda la guerra como estado aliado. Cuando en 1945 Occidente celebró el final de la guerra, en el centro y en el este del continente, detrás de la Cortina de Hierro, inició un nuevo período de esclavitud bajo el yugo soviético. La Unión Soviética continuó su política de crímenes, represión y terror. Los servicios estalinistas desplazaron brutalmente de su sitio a naciones enteras. Personas capturadas de diferentes nacionalidades siguieron siendo transportadas a los campos de concentración de Gulag en vagones de ganado. La propaganda estalinista no permitió hablar estos hechos y hoy el presidente de Rusia tampoco quiere mencionarlo.

Es característico que las declaraciones del presidente Putin coincidan con el 80º aniversario de la toma de Lituania, Letonia, Estonia por el Ejército Rojo, lo que significó la pérdida de la independencia de estos países durante varias décadas. Su artículo ha sido publicado justo antes del 75º aniversario del fin del expuesto caso de los dieciséis líderes del Estado Clandestino Polaco. Como representantes de un estado aliado, fueron invitados por los rusos para conversar. Tras lo cual fueron arrestados con engaños, trasladados a Moscú y juzgados en un juicio ficticio. El viceprimer ministro polaco, uno de los ministros y el comandante del Ejército Nacional (AK) nunca fueron liberados de la prisión soviética. Esto puede simbolizar la dimensión trágica de la herencia de la esclavización de Europa Central y Oriental por el totalitarismo soviético.

El presidente de Rusia tiene razón en que es mejor dejar la historia a los especialistas e investigadores confiables de la historia. El mismo no tiene que dirigir grandes campañas de popularización de la historia. Bastaría si volviera a poner a disposición de los investigadores los archivos soviéticos y rusos.

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