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Regreso

Declaración del Primer ministro de la República de Polonia, S.E., Mateusz Morawiecki

30.12.2019

MSZ

El siglo XX trajo al mundo un sufrimiento inconcebible y la muerte de cientos de millones de personas asesinadas en nombre de ideologías enfermas y totalitarias. El saldo de víctimas mortales a causa del nazismo, el fascismo y el comunismo es evidente para la gente de nuestra generación. También es obvio quién es el responsable de esos crímenes y cuyo pacto, inició la Segunda Guerra Mundial, el conflicto más homicida en la historia de la humanidad.

Infortunadamente, en cuanto más tiempo pasa desde estos trágicos acontecimientos, menos conocen nuestros hijos y nietos acerca de ellos. Por eso es tan importante que sigamos alzando nuestra voz, diciendo la verdad sobre la Segunda Guerra Mundial, sus perpetradores y sus víctimas, oponiéndonos a cualquier intento de distorsionar la historia.

 

El recuerdo de esta maldad es particularmente importante para Polonia, la primera víctima de la guerra. Nuestro país fue el primero en experimentar la agresión armada de la Alemania nazi y la Rusia soviética. Polonia fue el primer país que luchó para defender la Europa libre.

 

Sin embargo, la resistencia a estos poderes malignos no es la única memoria del heroísmo polaco, es algo mucho más importante; esta resistencia es el legado de toda una Europa ahora libre y democrática que luchó contra dos regímenes totalitarios. Hoy, cuando algunos buscan pisotear la memoria de estos acontecimientos en nombre de sus objetivos políticos, Polonia debe defender la verdad. No por su propio interés, sino por el bien de lo que Europa representa.

 

Firmado el 23 de agosto de 1939, el pacto Molotov-Ribbentrop no fue un "pacto de no agresión"; fue una alianza política y militar, dividiendo Europa en dos esferas de influencia – a lo largo de la línea formada por tres ríos polacos: el Narew, Vístula, y San. Un mes más tarde fue trasladado a la línea del río Bug, como resultado del "Tratado de Límites y Amistad alemán-soviético" del 28 de septiembre de 1939. Fue un prólogo de crímenes indescriptibles que en los años siguientes se cometieron a ambos lados de la línea.

 

El pacto entre Hitler y Stalin se puso en vigor inmediatamente: el 1º. de septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió Polonia desde el oeste, el sur y el norte y el 17 de septiembre de 1939 la URSS se sumó, atacando a Polonia desde el este.

 

El 22 de septiembre de 1939 se celebró un gran desfile militar en Brest-Litovsk, una celebración conjunta de la Alemania nazi y la Rusia soviética ante de la derrota de la Polonia independiente. Estos desfiles no son organizados por partes en pactos de no agresión, sino por sus aliados y amigos.

 

Esto es precisamente lo que Hitler y Stalin fueron –durante mucho tiempo no sólo eran aliados, sino de hecho amigos–. Su amistad floreció tanto que, cuando un grupo de 150 comunistas alemanes huyeron del Tercer Reich a la URSS antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1939 Stalin los entregó a Hitler como "un obsequio", condenándolos así a una muerte segura.

 

La URSS y el Tercer Reich cooperaron estrechamente todo el tiempo. En una conferencia celebrada el 27 de noviembre de 1939 en Brest, representantes de los servicios de seguridad de ambos países debatieron sobre los métodos y principios de cooperación para luchar contra las organizaciones independentistas polacas en los territorios ocupados. Otras conferencias de los funcionarios de la NKVD y las SS sobre su cooperación se celebraron, entre otras cosas, en Zakopane y Cracovia (en marzo de 1940). No se trataba de conversaciones sobre la no agresión, sino sobre la liquidación (es decir, el asesinato) a personas, ciudadanos polacos y las acciones conjuntas para provocar una destrucción total de Polonia.

Sin la complicidad de Stalin en la partición de Polonia y sin los recursos naturales que Stalin suministró a Hitler, la máquina criminal nazi alemana no habría tomado el control de Europa. Los últimos trenes con suministros abandonaron la URSS y se dirigieron a Alemania el 21 de junio de 1941 justo un día antes de que la Alemania nazi atacara a su aliado. Gracias a Stalin, Hitler pudo conquistar nuevos países con impunidad, encerrar a los judíos de todo el continente en guetos y preparar el Holocausto, uno de los peores crímenes en la historia de la humanidad.

Stalin participó en actividades criminales en el este, sometiendo a un país tras otro y desarrollando una red de campos que el ruso Alexander Solzhenitsyn llamó "el archipiélago Gulag". Se trataba de campos en los que se infligió una tortura asesina y esclavista a millones de opositores a las autoridades soviéticas.

Los crímenes del régimen comunista comenzaron incluso antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial: El hambre de millones de rusos a principios de la década de 1920, la Gran Hambruna que llevó a la muerte a millones de habitantes de Ucrania y Kazajstán, la Gran Purga durante la cual casi 700 mil opositores políticos y ciudadanos comunes de la URSS -en su mayoría rusos-, fueron asesinados, y la llamada "Operación Polaca" de la NKVD en la que principalmente los ciudadanos de la URSS de ascendencia polaca fueron asesinados a tiros; niños, mujeres y hombres estaban destinados a morir. Sólo en la "Operación Polaca", según datos del NKVD, más de 111 mil personas fueron asesinadas a tiros deliberadamente por  soviéticos. Ser un polaco en la URSS de ese momento significaba una sentencia de muerte o muchos años de exilio.

Esta política prosiguió con crímenes cometidos después de que la Unión Soviética invadiera Polonia el 17 de septiembre de 1939, como el crimen del asesinato de más de 22 mil oficiales polacos y representantes de élites en lugares como Katyn, Járkov, Tver, Kiev y Minsk, los crímenes cometidos en las células de tortura del NKVD y en campos de trabajo forzado en las partes más remotas del imperio soviético.

Las mayores víctimas del estalinismo eran ciudadanos rusos. Los historiadores estiman que entre 20 y 30 millones de personas fueron asesinadas sólo en la URSS. La muerte y los campos de trabajo forzoso les esperaban, incluso a aquellos que todos los países civilizados cuidan: los prisioneros de guerra que regresaron a su patria. La URSS no los trató como héroes de guerra, sino como traidores. Esa fue la "gratitud" de la Rusia soviética hacia los prisioneros de guerra, soldados del Ejército Rojo: muerte, campos de trabajo forzado, campos de concentración.

Los líderes soviéticos, con Joseph Stalin a la cabeza, son responsables de todos estos crímenes. Ochenta años después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, se intenta restituir a Stalin para los objetivos políticos del actual presidente de Rusia. Estos intentos deben ser recibidos con una fuerte oposición de toda persona que tenga los mínimos conocimientos básicos sobre la historia del siglo XX.

El presidente Putin ha mentido acerca de Polonia en numerosas ocasiones y siempre lo ha hecho deliberadamente. Esto suele ocurrir cuando las autoridades rusas sienten una presión internacional relacionada con sus actividades y esta presión se ejerce, no sobre la escena histórica, sino sobre la geopolítica contemporánea. En las últimas semanas, Rusia ha sufrido varias derrotas significativas: fracasó en su intento de tomar control total de Bielorrusia, la UE una vez más prolongó las sanciones impuestas por la anexión ilegal de Crimea, las llamadas conversaciones sobre el llamado "Formato de Normandía" que no resultaron en el levantamiento de estas sanciones y que simultáneamente introdujeron nuevas restricciones, esta vez por los Estados Unidos, lo que dificulta significativamente la aplicación del proyecto Nord Stream 2. Al mismo tiempo, los atletas rusos acaban de ser suspendidos durante cuatro años por uso de dopaje.

Consideramos las palabras del presidente Putin como un intento de encubrir todos estos problemas. El líder ruso es muy consciente de que sus acusaciones nada tienen que ver con la realidad y que, en Polonia, no hay monumentos de Hitler o Stalin. Estos monumentos sólo estuvieron en pie cuando fueron erigidos por los agresores y perpetradores: el Tercer Reich y la Rusia soviética.

El pueblo ruso la mayor víctima de Stalin, uno de los criminales más crueles de la historia mundial, merece la verdad. Creemos firmemente que los rusos son una nación de gente libre y que ellos rechazan el estalinismo, incluso cuando el gobierno del presidente Putin está tratando de restituirlo.

No puede haber un consentimiento para convertir a los perpetradores en víctimas, aquellos responsables de crímenes crueles sobre personas inocentes y países atacados. Juntos, debemos preservar la verdad, en nombre de la memoria de las víctimas y por el bien de nuestro futuro común.

 

Mateusz Morawiecki

Primer ministro de la República de Polonia

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