40 aniversario de la fundación de Solidaridad (PELICULA)
31.08.2020
La revolución pacífica de Solidaridad, iniciada en 1980, alimentó la esperanza de millones de polacos en una vida más digna y mejor, y condujo a la caída del comunismo en 1989.
Desde Yalta a Agosto de 1980 – las raíces de la resistencia popular
Como consecuencia de la conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, Polonia se encontró en la zona de influencia soviética. Los comunistas, controlados completamente por Moscú, sometieron al país a una creciente presión ideológica. Bajo la consigna de intensificar la lucha de clases, se reprimía a los oponentes políticos, al tiempo que se atacaba amplios sectores de la sociedad.
No obstante, la imposición del sistema comunista en Polonia después de la Segunda Guerra Mundial se encontró con resistencia. Sus principales soportes, los que distinguían a Polonia de los demás países del bloque soviético, eran: el posicionamiento de la Iglesia Católica y la religiosidad de gran parte de la sociedad, la fortaleza del sector agrícola privado y una larga tradición de resistencia contra los gobiernos extranjeros. Pero ya antes de 1980 se habían producido otras protestas populares en Polonia. Las más importantes fueron las huelgas de trabajadores en 1956, 1970 y 1976, y la revuelta de intelectuales y estudiantes en 1968.
El momento clave se produjo en el año 1976, cuando, por primera vez en la historia de un estado con “democracia popular”, las protestas masivas de los trabajadores, brutalmente reprimidas por las autoridades, fueron apoyadas por un grupo organizado de intelectuales. El Comité de Defensa de Trabajadores, creado en aquel año, se convirtió en el núcleo y fermento de la oposición democrática polaca.
La elección de Karol Wojtyła como Papa y su visita a Polonia en 1979 actuaron como catalizadores en el proceso de construcción del movimiento social del país. El potencial de cambio estaba creciendo, y se hizo evidente, con toda su fuerza, en el verano de 1980.
¡La huelga!
A finales de los años setenta y principios de los ochenta, Polonia, gobernada por los comunistas, se iba sumiendo en una crisis social y económica cada vez más profunda. La oposición democrática, brutalmente sometida a represión, había ido documentando innumerables casos de vulneración de los derechos civiles. La situación se volvía cada vez más insostenible, estaba a punto de estallar una revuelta social, pero las autoridades parecían hacer caso omiso de las alarmantes señales.
En el verano de 1980, una ola de huelgas recorrió toda Polonia.
La huelga en los Astilleros “Lenin” de Gdansk, símbolo de la represión sangrienta de las protestas obreras por parte del ejército y la policía en diciembre de 1970, provocó un cambio radical de la situación. La huelga fue organizada por un grupo de activistas de los Sindicatos Libres, no reconocidos y reprimidos por las autoridades, encabezado por el historiador y periodista Bogdan Borusewicz, el matrimonio de ingenieros Andrzej y Joanna Gwiazda, la enfermera Alina Pieńkowska, el técnico Andrzej Kołodziej y los obreros Lech Wałęsa y Anna Walentynowicz. A finales de agosto, 700.000 personas se declararon en huelga en setecientos centros de trabajo en todo el país.
21 reivindicaciones
La mirada de toda Polonia estaba puesta en Gdańsk, lugar central de la confrontación con las autoridades comunistas. El 17 de agosto, el Comité Intercentros de Huelga formuló una lista de veintiuna reivindicaciones, redactadas por Bogdan Borusewicz, que no se limitaban solamente a las demandas económicas, se referían también al reconocimiento de los sindicatos independientes y al respeto de los derechos y libertades, incluida la libertad de expresión. Se exigía la readmisión de los trabajadores despedidos tras las huelgas y de los estudiantes expulsados de la universidad por sus ideas. Se pedía también la liberación de todos los presos políticos, la supresión de los privilegios de la policía, de las fuerzas de seguridad y del aparato del Partido.
El conjunto de reivindicaciones fue elaborado de manera inteligente y bien meditada. No se trataba de una manifestación de ideas, y tampoco de demagogia, sino de exigencias que se podían negociar perfectamente. La fuerza de la huelga obligó a las autoridades a entablar un diálogo con los trabajadores, mientras un Comité de Expertos de siete miembros, encabezado por Tadeusz Mazowiecki y Bronisław Geremek apoyaba a los huelguistas. Las 21 reivindicaciones fueron escritas en una gran tabla de madera que fue colgada en la puerta del astillero, convirtiéndose en uno de los símbolos de la protesta del mes de agosto de 1980. En 2003, fue inscrita en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO.
Los Acuerdos de Agosto
El 31 de agosto de 1980, se firmaba en el Astillero de Gdańsk el acuerdo que marcó un hito en la historia contemporánea de Polonia y anunciaba la futura caída del sistema comunista en Europa. En la mesa de negociación se sentaron el Viceprimer Ministro de la República Popular de Polonia, Mieczysław Jagielski, y el líder de la huelga, Lech Wałęsa. Jagielski iba vestido de traje y llevaba unas gafas de montura gruesa, mientras que Wałęsa vestía una americana y un suéter, y llevaba en la mano un enorme bolígrafo con la imagen de Juan Pablo II. La firma del acuerdo fue retransmitida en directo por televisión y fue vista por toda Polonia. Fue entonces cuando la mayoría de los polacos vieron por primera vez a Wałęsa, un hombre que pronto se convertiría en el símbolo de todo el movimiento de Solidaridad.
En el primer punto del acuerdo se afirmaba que la actividad de los sindicatos oficiales de la República Popular de Polonia no respondía a las expectativas de los trabajadores, por lo que era pertinente crear nuevos sindicatos independientes. Los nuevos sindicatos se comprometían a respetar la Constitución de la República Popular de Polonia y reconocer el papel de liderazgo del Partido en el país, por lo que no se iba a socavar su sistema de alianzas internacionales. Las autoridades, por su parte, garantizaban que las sentencias de los procesos políticos serían revisadas y que se pondría en libertad a los opositores encarcelados. También aseguraban el cumplimiento progresivo de la mayor parte de las demandas económicas recogidas en la lista de las 21 reivindicaciones.
Solidarietà, Solidarity, Solidarité, Solidarität
La huelga y la posterior firma de los Acuerdos de Agosto despertaron grandes emociones en todo el mundo. Nunca en la historia del espacio dominado por la Unión Soviética había habido una protesta tan masiva y tan bien organizada de los trabajadores contra los gobernantes. Los acontecimientos de Gdańsk fueron seguidos por docenas de periodistas, agencias de noticias y canales de televisión occidentales.
En la mayoría de los países occidentales, el movimiento surgido en Polonia despertó simpatía, esperanza y entusiasmo. Ya el 18 de agosto, los sindicatos italianos CISL (Confederazione Italiana Sindicati dei Lavoratori), CGIL (Confederazione Generale Italiana del Lavoro) y UIL (Unione Italiana del Lavoro) publicaron una declaración de apoyo a los trabajadores polacos y a continuación enviaron una delegación oficial a Varsovia. En septiembre, por iniciativa de la federación sindical americana AFL-CIO (American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations), se creó una cuenta especial con el fin de recaudar fondos para Solidaridad. En el mismo período visitaron Polonia representantes de la central sindical belga CIOSL (International Confederation of Free Trade Unions), y un grupo de activistas de la CFDT (Confederation Democratique du Travail) francesa invitó a Lech Wałęsa a visitar Francia. Uno de los mayores donantes del Fondo de “Solidaridad”, creado por iniciativa de la AFL-CIO, fueron las centrales sindicales japonesas.
Patrocinador en el Vaticano
Desde el principio, la Iglesia Católica y el Papa Juan Pablo II desempeñaron un papel muy importante. En toda Polonia se recordaban las palabras que había pronunciado Juan Pablo II en la homilía durante su primera peregrinación a la Patria en 1979: “¡Descienda tu Espíritu! ¡Y renueve la faz de la tierra! ¡De esta tierra!” Estas palabras no se entendieron sólo como un llamamiento a la renovación religiosa, sino también como un impulso y un llamamiento a construir una nueva realidad social. Para muchos polacos, los acontecimientos de agosto de 1980 eran una respuesta al llamamiento del Papa. Ninguno de los que se reunían delante de las puertas cerradas de las plantas en huelga pudo pasar por alto el hecho de que había en ellas retratos de Juan Pablo II.
Además, muchos sacerdotes, a los que se llamaba “capellanes de Solidaridad”, infundían esperanza y fuerza a la oposición cívica ante las injusticias existentes en Polonia, gobernada por los comunistas. Uno de ellos era el Padre Jerzy Popiełuszko. Su apoyo a los opositores, que consistía en la celebración mensual de una misa por la Patria, fue muy conocido, hasta tal punto que pagó el precio más alto por sus actividades. En octubre de 1984, fue secuestrado y asesinado por agentes de los servicios de seguridad. En 2010, el Papa Benedicto XVI le beatificó, proclamándolo mártir por la fe.
Explosión de la libertad
La firma de los Acuerdos de Agosto y la fundación de Solidaridad estuvo acompañada de una abrumadora sensación de libertad. El entusiasmo se extendió a muchas otras expresiones de la actividad social: iniciativas culturales, actividades educativas, creación de asociaciones espontáneas y, en general, todo lo que significara hablar abiertamente sobre cualquier tema de interés. En particular, fueron muy importantes las declaraciones de los artistas y creadores. En el curso de la huelga de los astilleros, llegó a Gdańsk Andrzej Wajda. Influido por los acontecimientos que presenció, rodó en pocos meses la película titulada Hombre de Hierro, que inmediatamente se convirtió en una obra de culto. La película fue recibida con entusiasmo en el 34º Festival Internacional de Cine de Cannes, donde ganó la primera Palma de Oro en la historia del cine polaco. En otoño de 1981, aprovechando la relajación de la censura, Krzysztof Kieślowski hizo Przypadek (El Azar), una película sobre visiones alternativas del ejercicio de la libertad.
El clima de libertad que se respiraba en el otoño de 1980 quedó reforzado por la alegría que supuso la concesión del Premio Nobel de Literatura de 1980 a Czesław Miłosz, un poeta extraordinario, cuyo nombre, durante años, fue retirado sistemáticamente de todas las publicaciones a causa de la censura. En este sentido, y como resultado de los Acuerdos de Agosto, en 1981 se publicaron más de 3.000 títulos, esta vez ya no censurados. Tras largas negociaciones, las autoridades también consintieron que el Sindicato comenzara la publicación del “Semanario Solidaridad”, cuyo redactor jefe fue Tadeusz Mazowiecki, uno de los principales asesores de Solidaridad y más tarde Primer Ministro de Polonia.
Primer Congreso de Solidaridad
El Primer Congreso Nacional de Delegados del Sindicato Independiente “Solidaridad” reunió, en otoño de 1981 en Gdansk, a 896 delegados que representaban a casi 10 millones de afiliados al Sindicato.
El congreso fue un gran éxito de la democracia sindical. Se convirtió en un foro de debate libre y abierto, y fue en sí mismo una demostración de las debilidades del sistema de poder en la República Popular de Polonia, donde no existían elecciones auténticas ni libertad de debate. Se aprobó un audaz programa de reformas políticas y sociales, y se eligió a la dirección nacional del Sindicato. En unas elecciones democráticas, fue elegido para dirigir la Comisión Nacional del mismo Lech Wałęsa.
Uno de los documentos más importantes, aprobados durante la primera fase del congreso de Solidaridad -y seguramente el más conocido por todo el mundo-, fue el “Mensaje a los pueblos de Europa del Este”. En aquella época, algunos consideraron este “mensaje” como una provocación innecesaria a la URSS, pero pasado el tiempo, en opinión de los historiadores de hoy, fue un mensaje ideológico muy importante, ya que al cabo de los años facilitó la construcción de buenas relaciones con los vecinos de Polonia, que se hallaban inmersos en la noble tarea de recuperar su libertad.
No hubo que esperar mucho para que los gobiernos de Varsovia y Moscú reaccionasen.
Confrontación de diciembre
En el otoño de 1981, el ambiente social de Polonia se había deteriorado mucho, ya que el país se había visto sumido en una situación económica desastrosa, por lo que muchas personas que en Agosto de 1980 confiaban en conseguir más libertades civiles y mejores condiciones de vida, se sintieron cansadas y decepcionadas.
El Sindicato intentaba obligar al gobierno a cumplir las condiciones mínimas pactadas, pero en el otro lado ya se estaban preparando para tomar el control absoluto de la situación. Esos preparativos se mantuvieron en secreto, excepto para un pequeño círculo de líderes occidentales que fueron informados sobre los mismos por un oficial del Estado Mayor polaco, el Coronel Ryszard Kukliński, que llevaba años trabajando para la CIA. Sus advertencias nunca fueron transmitidas a la dirección de Solidaridad.
El 13 de diciembre, el Consejo de Estado impuso la ley marcial en todo el territorio de Polonia. 1.750 tanques y 1.400 vehículos blindados salieron a las calles, por todas partes aparecieron patrullas militares. Se suspendieron las actividades de todas las organizaciones y sindicatos, incluido el movimiento de Solidaridad, se prohibieron las huelgas y las protestas, así como cualquier tipo de reuniones y manifestaciones. Se implantó una estricta censura de todas las publicaciones. Un total de 10.131 militantes de Solidaridad fueron recluidos en 52 centros de internamiento. Miles de personas fueron encarceladas, incluido Lech Wałęsa. Muchos pagaron con sus vidas y su salud la lucha por los valores que Solidaridad había traído a la vida de los polacos. El 16 de diciembre de 1981, durante la represión de la huelga en la mina Wujek en Katowice, la policía mató a 9 mineros.
A pesar de la brutal represión, no fue posible destruir al Sindicato Solidaridad. Su mensaje permaneció en la mente de los polacos y resurgió con fuerza ocho años más tarde, en 1989, cuando Polonia se convirtió en el primer país que acababa con el sistema comunista.
Polonia - la primea ficha del dominó
El golpe que el poder comunista asestó a Solidaridad y a la sociedad el 13 de diciembre fue doloroso, pero sólo dio a los gobernantes una falsa ilusión de victoria. Las estructuras del Sindicato fueron reconstruidas rápidamente en la clandestinidad. Un importante respaldo para la causa de Solidaridad fue la concesión del Premio Nobel de la Paz a Lech Wałęsa. En la gala, celebrada en Oslo, el 10 de diciembre de 1983, recogió el premio su esposa Danuta y uno de sus hijos. Fue el propio Wałęsa quien decidió no ir a recoger el premio personalmente, temiendo que no se le permitiera volver a Polonia.
La crisis económica se iba agudizando de forma dramática en Polonia. El gobierno se daba cuenta de que, sin la ayuda de Occidente y sin una solución al problema de Solidaridad, estaba condenado al fracaso. La perestroika de la URSS había creado las condiciones propicias para la transformación política. Las huelgas que tuvieron lugar en mayo y agosto de 1988 mostraron al gobierno de Polonia que, si no se avenía al diálogo con Solidaridad, la alternativa sería un estallido social de consecuencias imprevisibles. Al mismo tiempo, el aparato estatal se estaba debilitando debido a las diputas internas.
Como consecuencia de las conversaciones que se venían manteniendo desde el otoño de 1988, en febrero de 1989 comenzaron las negociaciones de la Mesa Redonda. El resultado de dos meses de negociaciones fue, entre otras cosas, la autorización para que se volviera a legalizar el Sindicato Solidaridad, la creación de la segunda cámara del parlamento y del cargo de Presidente de la República de Polonia, así como la celebración de elecciones generales libres, en las que se elegirían los 100 escaños del Senado y el 35% de los escaños de la Dieta, la cámara baja del parlamento. Las elecciones, celebradas el 4 de junio de 1989, supusieron una dura derrota para los gobernantes. Los candidatos apoyados por Solidaridad consiguieron 99 de los 100 escaños del Senado y todos los escaños que estaban previstos en la Dieta (en una cuota del 35 %) para los de fuera del Partido en el gobierno. El 12 de septiembre de 1989, la nueva Dieta eligió a Tadeusz Mazowiecki como jefe del primer gobierno no comunista de Polonia después de la Segunda Guerra Mundial.
Efecto dominó: más países logran la libertad
La finalización de las negociaciones de la Mesa Redonda, el reconocimiento por parte de los dos gobiernos, polaco y soviético, de los resultados de las elecciones de junio y la formación del gobierno de Tadeusz Mazowiecki causaron un efecto dominó en todo el bloque de países comunistas europeos. El modelo ideado por los negociadores polacos allanó el camino para la creación de acuerdos democráticos que propiciaran la legalización de la oposición, de los medios de comunicación libres y la celebración de elecciones libres en otros países.
Tan pronto como, en 1989, se declaró la independencia de la República Húngara; ante los ojos del mundo entero, el pueblo de Berlín demolió el Muro, símbolo de la división de Europa; en Checoslovaquia, el líder de la Revolución de Terciopelo, Vaclav Havel, declaró la independencia de los checos y los eslovacos. Bulgaria siguió los pasos de Polonia, celebrando negociaciones de mesa redonda que dieron lugar a unas elecciones libres en la primavera de 1990. En mayo, se celebraron también elecciones libres en Rumania, aunque éstas fueron el resultado de sangrientos disturbios de los que fueron víctimas el dictador comunista Nicolae Ceausescu y su esposa. La agonía del imperio soviético duró dos años más. Tuvo que producirse un golpe de estado fallido en Moscú y desintegrarse la URSS, en diciembre de 1991, para que pudiera considerarse que había caído la última piedra del sistema comunista mundial.
El gen polaco de solidaridad
Con razón, el movimiento de liberación iniciado en 1980 viene asociado con la solidaridad. De todos modos, la necesidad de manifestar la solidaridad es algo bien visible en la historia de Polonia, tanto antes de la constitución del sindicato, como en la Polonia contemporánea y libre, en su condición de miembro de la Unión Europea y de la OTAN.
Polonia participa activamente en la ampliación de la zona de seguridad y prosperidad más allá de las fronteras de la Unión Europea, compartiendo la experiencia adquirida en el proceso de transformación. Por iniciativa de Polonia y Suecia se instituyó la política de la Asociación Oriental de la UE. Igualmente, es una muestra de solidaridad la participación activa de Varsovia en el llamado Proceso de Berlín, que tiene como objetivo el acercamiento de los países de los Balcanes Occidentales a la UE, incluida la organización de una cumbre de dichos países en Poznań, en 2019.
Polonia participa activamente en las misiones y operaciones civiles y militares de la UE, las Naciones Unidas, la OSCE y la OTAN en regiones inestables y conflictivas, contribuyendo a fomentar la estabilidad, la paz y la seguridad, no sólo en su vecindad inmediata, sino también en todo el mundo.
Como parte de la ayuda al desarrollo, Polonia apoya a Bielorrusia, Etiopía, Georgia, Kenia, el Líbano, Myanmar, Moldavia, Palestina, Senegal, Tanzania, Uganda y Ucrania, así como a otros países de todo el mundo. Por otra parte, también son destinatarios de las operaciones humanitarias de Polonia los países afectados por desastres naturales o guerras, independientemente de la zona geográfica en la que se encuentren.
Para apoyar a otros países en la lucha contra la pandemia de COVID-19, Polonia envió cantidades considerables de suministros médicos a Albania, Armenia, Bielorrusia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Georgia, Kosovo, España, Jordania, Kazajistán, Macedonia del Norte, Moldavia, San Marino, Serbia, Ucrania e Italia. Los médicos y paramédicos polacos participaron también en misiones médicas en Kirguistán, Eslovenia, Tayikistán, los Estados Unidos e Italia, enfrentándose a la pandemia.
Y fue precisamente la idea siempre viva de la SOLIDARIDAD la que guiaba a todos los que participaron en la ayuda a los necesitados.