La fascinante historia de la libertad polaca
04.01.2022
La ley marcial se impuso el 13 de diciembre de 1981, violando la constitución comunista y bajo la presión de la amenaza soviética, aunque hoy sabemos que el Kremlin mentía - dice el autor, prof. Wojciech Roszkowski, profesor titular de humanidades, profesor académico, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Academia de Ciencias de Polonia.
En la historia reciente no se ha producido nunca que las autoridades de un país declararan la guerra a su propio pueblo. Se puede decir que el comunismo era un sistema en el que las autoridades luchaban constantemente contra la sociedad utilizando la violencia contra los ciudadanos, pero que fuera necesario, además, declarar la ley marcial, solo ocurrió en la Polonia comunista en diciembre de 1981. La razón fue el estatus de Polonia como estado vasallo de la URSS y el deseo, tanto en el Kremlin como en los círculos dirigentes de Varsovia, de mantener la dictadura comunista a toda costa.
La creación del sindicato "Solidaridad", independiente de las autoridades, en septiembre de 1980, representó el mayor desafío ideológico y político al sistema comunista. Incapaces de hacer frente a la oleada de huelgas producidas en agosto, las autoridades comunistas aceptaron legalizar la organización, que no era solo un sindicato sino una multitudinaria organización de oposición a las autoridades. También constituyó un escándalo ideológico: en un Estado supuestamente gobernado en nombre de la "clase obrera", este mismo grupo social se organizaba contra las autoridades. A finales de 1981, más de un año de lucha entre las autoridades del partido y "Solidaridad" condujo al debilitamiento del sindicato y a la tensión de la sociedad por la crisis económica, mientras que la presión del Kremlin y el deseo del Partido Comunista Polaco de conservar el poder hicieron que el general Wojciech Jaruzelski decidiera dar un paso desesperado. La ley marcial se impuso el 13 de diciembre de 1981, violando la constitución comunista y bajo la presión de la amenaza soviética, aunque hoy sabemos que el Kremlin mentía.
Mientras la obediencia al sistema se refería a asuntos de la vida "civil", las autoridades fueron eficaces durante muchos años. Cuando los métodos "civiles" para imponer esta obediencia fracasaron, el asunto tomó un nuevo rumbo. El Ejército Polaco "Popular", creado después de 1944, era un híbrido. Los cuadros de oficiales del estado anterior a la guerra fueron eliminados después de la guerra y sustituidos por cuadros soviéticos o, en años posteriores, por cuadros cuidadosamente seleccionados de nacionalidad polaca, pero con absoluta lealtad a Moscú. Un diploma de las academias militares soviéticas era aquí una patente que daba derecho a hacer carrera en niveles de mando superiores.
Mientras los cuadros al mando de este ejército eran educados en el espíritu del "internacionalismo" soviético y en la necesidad histórica de la subordinación de Polonia a la Unión Soviética, millones de jóvenes polacos pasaron por dos años de servicio militar obligatorio en los que se generaban sentimientos encontrados. Se trataba de una mezcla de resentimiento contra el comunismo y los soviéticos, de humillación por la coacción y el adoctrinamiento político, pero también de creciente resignación y adaptación con el paso del tiempo. Ya en la década de 1960, la canción del grupo Trubadurzy Przyjedź, mamo, na przysięgę [Vamos, madre, al juramento] no suscitó, por lo general, ninguna oposición, y la ceremonia de juramento de lealtad a la "patria socialista" con la participación de las familias invitadas era tratada cada vez más como "a beneficio de inventario". La racionalización de la coacción pasó a ser un fenómeno cada vez más extendido.
La imposición de la ley marcial puso en el filo de la navaja la cuestión de la lealtad en el ejército. La miserable decisión de usar la fuerza contra el propio pueblo condujo a una situación en la que la disciplina militar dictaba actuar en interés del Kremlin, mientras que la conciencia impulsaba, en muy diferentes medidas, hacia la duda e incluso hacia la resistencia. Esta diferenciación en cuanto al efecto de la conciencia se distribuía, a grandes rasgos, de forma proporcional al lugar ocupado en la jerarquía militar. Existían menos dudas en los niveles más altos de mando, más en las filas de los militares. El alto mando fue educado con el espíritu de los jenízaros, obediente a Moscú, mientras que los reclutas eran a menudo compañeros de los activistas de "Solidaridad", contra los que debían usar la fuerza en cooperación con la policía y los servicios secretos. La miserable decisión de imponer la ley marcial creó así una situación forzada en la que cientos de miles de jóvenes polacos se enfrentaron a una trágica elección entre la apostasía nacional y el heroísmo.
La sociedad polaca sobrevivió a esta experiencia, pero no sin daños. La resistencia popular demostró ser bastante fuerte ante lo desesperado de la situación, sin embargo no se produjo un exceso de fuerza que podría haber provocado una catástrofe aún mayor. Por otra parte, el colapso pacífico del sistema comunista introdujo serios argumentos para que las decisiones criminales de diciembre de 1981 no fueran evaluadas y castigadas en su totalidad. Resulta incluso una ironía del destino que el general Jaruzelski fuera elegido como Presidente de Polonia en julio de 1989. Aparte de la condena oficial de la ley marcial, no se ha producido en la Tercera República prácticamente ningún análisis moral o legal de las actitudes de los cuadros de oficiales durante la ley marcial. Sin embargo, independientemente de que este análisis siga siendo posible, es necesario definir claramente los criterios para evaluar las actitudes que se mantuvieron. En una Polonia independiente, no debería haber dudas sobre lo que es útil para la seguridad y la prosperidad del país, y también para aquello que no lo es.
Texto publicado simultáneamente con la revista mensual polaca de opinión Wszystko Co Najważniejsze [Lo Más Importante] en el marco del proyecto realizado con el Instituto de la Memoria Nacional