'Necesitamos la unidad europea' - artículo del Primer Ministro de la República de Polonia
11.02.2022
Por tercer año, estamos librando una batalla extremadamente difícil contra una pandemia y una crisis económica, y es precisamente en este momento cuando recibimos un golpe adicional de nuestro vecino del este. Vladimir Putin está jugando con las debilidades y crisis europeas con una precisión cínica.
EXTRACTO: El mundo que tan bien conocemos, el mundo de los valores europeos, de la libertad, la democracia y la prosperidad, está en el pundo de mira de los dirigentes y militares rusos. Lo que está en juego no es solo el futuro de Ucrania, sino también la seguridad y el desarrollo de las economías europeas.
Europa se encuentra hoy al borde de la guerra. El conflicto armado ha dejado de ser un escenario poco probable. Se ha convertido en una posibilidad real. Para muchas generaciones de jóvenes polacos y europeos, el estallido de la guerra nunca hasta ahora había estado tan cerca. Durante muchos años, Occidente quiso creer que el siglo XXI estaría libre de conflictos. Sin embargo, los últimos años han proporcionado numerosas pruebas de que la postura agresiva de Rusia, en Georgia o Ucrania, entre otros lugares, no es una ilusión, sino el presagio de un nuevo capítulo en la historia del mundo occidental.
Rusia vuelve a intentar violar la integridad territorial de Ucrania. Cuestionar las fronteras de un Estado soberano constituye un ataque a la paz europea. El mundo que tan bien conocemos, el mundo de los valores europeos, de la libertad, la democracia y la prosperidad, está en el pundo de mira de los dirigentes y militares rusos. Lo que está en juego no es solo el futuro de Ucrania, sino también la seguridad y el desarrollo de las economías europeas. Esta es la mayor crisis política desde el final de la Guerra Fría, una crisis que pone en tela de juicio las reglas que la comunidad euroatlántica adoptó después de 1989.
Examen de conciencia
Hoy deberíamos enfrentarnos a la verdad. La amenaza rusa para la paz se ha ido incrementando con el pasar de los años, frente a la actitud pasiva de una gran parte de las fuerzas políticas europeas. Muchos dirigentes no han tenido el valor ni la determinación de cortar los hilos que los vinculan comercialmente con el Kremlin. Se trata de una soga que se ha ido apretando con el tiempo alrededor del cuello europeo, y no de Moscú. La decisión de hacer negocios turbios con un régimen que no ha escatimado en guerras con países más pequeños, en la ejecución de asesinatos políticos, en operaciones de los servicios secretos llevadas a cabo en los territorios de los Estados miembros de la Unión Europea, difícilmente puede calificarse de mera miopía. Se trata de un acto deliberado de cinismo político.
Esto a Europa le está costando cada vez más: estamos perdiendo no solo económicamente (por ejemplo, debido a los altos precios de la factura del gas causados por la política de chantaje), sino también políticamente. Gazprom ha aumentado las exportaciones de gas enviadas a China y Turquía en 2021. Al mismo tiempo, ha reducido notablemente los suministros a Europa. Las exportaciones a clientes europeos han sido de 10 000 millones de m3 menos que el año anterior, y hasta de 27 000 millones menos que en 2019. Esta profundización artificial de la crisis energética constituye un chantaje para forzar la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2. El precio de este error no lo pagan los que firmaron el acuerdo, sino los europeos de a pie.
La política de Rusia, a pesar de su locura, es dolorosamente racional. Por tercer año, estamos librando una batalla extremadamente difícil contra una pandemia y una crisis económica, y es precisamente en este momento cuando recibimos un golpe adicional de nuestro vecino del este. Vladimir Putin está jugando con las debilidades y crisis europeas con una precisión cínica. Por desgracia, una gran parte de la élite europea se ha especializado en ponerse vendas en los ojos para protegerse del brillo de la resurgente ambición de dominación rusa.
Pensar en la lista de dirigentes y líderes políticos que han optado por los rublos rusos y por hacer carrera en empresas del Kremlin llega a causar dolor de cabeza. Todos conocemos el caso de Gerhard Schröder, que cambió su carrera política por los beneficios en empresas energéticas rusas. Pero su caso es solo la punta del iceberg. La larga lista de socios de Gazprom, Łukoil, Rosneft o las empresas que construyen el Nord Stream 2 incluye a excancilleres, ex primeros ministros, exjefes de la diplomacia, ex asesores presidenciales y exministros.
Los defensores de esta actitud pueden hablar del libre mercado y de la libertad de ocupar un nuevo puesto de trabajo tras cumplir una misión pública. Sin embargo, estas personas no han llegado hasta allí por casualidad. Sus conocimientos y competencias se han convertido en herramientas en manos del Kremlin. Al fin y al cabo, como líderes y jefes de estado, han codiseñado la política energética, económica y de seguridad europea. Han tenido acceso a datos secretos, a material utilizado por los servicios secretos. Han tomado decisiones estratégicas que ha determinado el futuro de la sociedad, de la UE y de la OTAN. Debemos ser claros: Rusia tiene muchos de sus caballos de Troya en Europa.
Dimensión geopolítica del NS2
Las intenciones de Moscú no deberían despertar ya ninguna duda. En julio del año pasado, Vladimir Putin publicó un artículo sobre las relaciones históricas entre Rusia y Ucrania. Su tesis principal consiste en la creencia de que no existe una nación ucraniana independiente y que los ucranianos forman parte de una "nación rutena" en la que los rusos desempeñan un papel dominante. Según Putin, Ucrania es una parte integral del mundo ruso. Por lo tanto, construir la independencia y una identidad propia se convierte, según esta óptica, no solo en un error sino incluso en una provocación. Para Vladimir Putin, no hay lugar para una Ucrania libre e independiente. Y esto significa que la Rusia de Putin tampoco respeta la paz ni el derecho internacional. El objetivo de Putin parece bastante claro: hacer que Occidente renuncie a apoyar a Ucrania y la deje a merced de Rusia.
El gasoducto NS2 demuestra que el escenario de Putin tiene sus partidarios en Europa. Este proyecto, un auténtico suicidio para la política energética europea, ensombrece la política alemana. Gracias a él, Gazprom controlará el flujo de gas en Europa, haciendo que el suministro dependa de decisiones políticas. Es un proyecto inaceptable no solo desde el punto de vista geopolítico, sino también económico. Hoy resulta ya evidente que Rusia está reduciendo drásticamente el tránsito de materias primas suministradas a través de los conductos de transporte existentes. Solo una pequeña parte de la capacidad disponible fluye a través de Ucrania y, además, Gazprom no está reservando capacidad para el conducto de Jamal. El monopolio energético se convierte así en un monopolio para decidir sobre la soberanía de Ucrania.
Europa necesita unidad
Ante la amenaza de Rusia, es necesaria la solidaridad y la cooperación de todo el continente. Europa y sus socios transatlánticos deberían tomarse lo ocurrido en la frontera oriental de la Unión Europea como un aviso, quizás el último. La herramienta más eficaz que Europa, junto con Estados Unidos, puede poner sobre la mesa de negociación son las posibles sanciones económicas y una postura firme con respecto al bloqueo del proyecto NS2. Esta es la voz no solo de Polonia y los países de Europa Central. En estos días tan importantes, necesitamos un liderazgo real que permita hacer desaparecer la intranquilidad y devuelva a Europa al camino de la seguridad y el desarrollo.
Mateusz Morawiecki
Texto publicado simultáneamente con la revista mensual de opinión Wszystko Co Najważniejsze [Lo Más Importante] en el marco del proyecto realizado con el Instituto de Memoria Nacional.