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Regreso

Prof. Wojciech Roszkowski: Sobre la democracia entre las naciones europeas. El caso de Polonia

06.11.2020

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de PAN [Polaca Academia de Ciencias]. Autor de publicaciones sobre la historia de Polonia del s. XX. Caballero de la Orden de Águila Blanca.

Wojciech Roszkowski

Veamos el mapa de Europa después del Congreso de Viena del 1815 y después de terminada la I Guerra Mundial. Se ven cambios claros: en Europa central y del Este aparecieron muchos nuevos países. En la tradición polaca se distingue claramente la diferencia entre la “creación” de Polonia independiente en 1918 y su “renacimiento”, porque quién usa el primer término, ignora la esencia de lo que significaba para los polacos el fin de la I Guerra Mundial, incluso ignora los anteriores mil años de la historia polaca.

Esa historia tenía muchos momentos con giros dramáticos y el s. XX se caracterizó por una especial intensidad de esos dramas. El polaco nacido a principios del s. XX tenía la oportunidad de acostumbrarse a la forma de gobernar de los países que ocupaban las tierras polacas durante más de 120 años y que hicieron su repartición –Austro-Hungría, Alemania y Rusia– para después vivir la euforia del renacimiento del Estado en noviembre del 1918, su derrota como consecuencia de la invasión alemana y soviética en septiembre del 1939, la reconstrucción del país después de 1945 como vasallo totalitario de la Unión Soviética y al final la derrota del poder comunista y ver nacer la nueva Polonia, democrática, pero que llevaba el peso del s. XX, peso de los asesinatos masivos, deportaciones, reasentamientos y expropiaciones. Después de 1989 Polonia renace de nuevo, pero los polacos con dificultad están descubriendo su identidad.

La polonidad de principios del s. XXI lleva la marca de todos estos dramas, pero sorprende con las características que son al mismo tiempo su consecuencia y efecto de reacción a ellos. Si el destino de Polonia en gran parte dependía de los poderosos países vecinos, que no querían aceptarla, el dilema histórico de los polacos tan frecuentemente recordado muchas veces era la pregunta “¿luchar o no?”, como también otra pregunta, que habría que hacer entonces: “¿adaptarse o no?” o también en qué y cómo adaptarse para no morir. El himno polaco empieza con las palabras: “Polonia no muere mientras estamos vivos”. El dilema era muchas veces cómo quisiéramos ser, para sobrevivir, y cuál iba a ser el costo de eso para vivir a nuestra manera.

La historia de Polonia es una gran fuente de sabiduría sobre la vida social y política. De los tiempos de la democracia de la nobleza de la I República de Polonia, es decir del estado de antes de las reparticiones del s. XVIII, las democracias de hoy pueden aprender qué horribles consecuencias puede sufrir un estado en el que la libertad no va de la mano de la responsabilidad. A pesar de los grandes esfuerzos de los reformadores que promulgaron la primera constitución en Europa el 3 de mayo de 1791, las potencias vecinas repartieron la I República de Polonia.

De los tiempos de los levantamientos nacionales del s. XIX uno puede aprender la heroicidad, el patriotismo y el arte de la supervivencia; pero no la geopolítica, la eficacia y la limitación material de los propios sueños. Del renacimiento de Polonia después de 1918 uno puede aprender un increíble arte de improvisación y eficiencia en la construcción de los fundamentos del Estado empezando casi desde cero. La medida de los éxitos polacos de esa época eran por ejemplo la reforma de la moneda impulsada por Władysław Grabski, la construcción del Distrito Industrial Central y el puerto de Gdynia. De la derrota de 1939 y la ocupación alemana y soviética uno puede aprender el arte de resistencia contra las peores prácticas de los genocidas. Polonia bajo los gobiernos de los comunistas, también en la época de paz, era una experiencia infernal de adaptación en contra de la naturaleza, de la que los polacos salieron gravemente heridos mentalmente, pero salieron victoriosos gracias a la “Solidaridad” que reunía diez millones de personas y al apoyo del papa polaco Juan Pablo II, desmoronando los fundamentos de la división de Europa.

La reconstrucción del Estado después de 1989 abundaba en muchas oportunidades desaprovechadas, volverse dependientes del capital extranjero y de las elites postcomunistas de mentalidad vasalla, sin embargo Polonia logró integrarse firmemente a la Unión Europea y asentar la seguridad al ingresar a la OTAN, con lo que casi todos polacos estaban de acuerdo. Polonia sigue siendo un Estado al que muchos se oponen. Sin embargo, las autoridades de Polonia y sus países vecinos del sur previnieron en la primavera de 2020 la propagación de la pandemia de coronavirus a escala que afectó los países altamente desarrollados del Oeste. Es en Polonia, acosada por las opiniones falsas en los foros de la Unión Europea, dónde, en general, no se cuestiona ser miembro de ésta, y el hecho de que el saldo económico con la UE es desfavorable para Polonia, porque la exportación de beneficios es siempre mayor que las subvenciones de la Unión Europea, no hace mayor impresión. Es más, las presiones sin sentido de la Unión Europea provocan más bien resistencia, que intimidación, a los polacos, fortaleciendo una actitud para afrontar la realidad política con sentido común.

A pesar de las presiones y la moda que vienen del Oeste “progresista”, que muchas veces ni siquiera se da cuenta de sus problemas, los valores tradicionales siguen consolidando la sociedad polaca. El apego a la vida familiar puede ser el resultado de la importancia de las relaciones familiares en la antigua Polonia de la época de la nobleza y de recordar las amenazas para la familia polaca en los tiempos de repartición y durante la última guerra u ocupación. El respeto hacia la mujer expresado a través de una antigua costumbre de besarles la mano resulta del rol bastante independiente de la mujer de la I República y de su importancia en los tiempos siguientes a la repartición, incluso bajo el poder de los comunistas cuando las “madres polacas” luchaban con valor en las colas para suministrar las casas. El amor a la libertad en Polonia es especialmente fuerte, si tenemos en cuenta que en los últimos dos siglos esa libertad les faltaba. Es más, los polacos pueden estar orgullosos de que su antigua República polaco-lituana era el oasis de la democracia de la nobleza en los tiempos cuando podían tener influencia en la gobernación de los países del Oeste solo círculos muy limitados de la aristocracia.

Los polacos en general reaccionan de forma muy viva cuando se exalta o humilla la polonidad. Cuando oyen comentarios críticos, se defienden ferozmente, pero cuando alguien proclama una apoteosis exagerada de la polonidad, empiezan a quejarse de su país. Esto demuestra que tratan en serio su polonidad, pero por eso hacen juicios extremos. Pues la historia les ha enseñado ya la resistencia a la falsedad, tanto en lo que se refiere al pasado, como también al futuro.

Prof. Wojciech Roszkowski

El texto se publica simultáneamente en la revista mensual polaca "Wszystko Co Najważniejsze" como parte del proyecto realizado con el Instituto de la Memoria Nacional.

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